En el «Diario de la Pandemia», de la Revista de la Universidad, un texto sobre respirar en cuarentena:
Las pilas de libros van creciendo en los bordes de mi escritorio. Bajo la excusa de que debo apoyar a las librerías en estos tiempos difíciles, le he dado rienda suelta a mi compulsión y hago un pedido a la semana. Pero, más allá de esa motivación falsamente altruista, siempre me ha parecido que comprar libros abre una promesa de futuro. No sé qué mundo nos espera al otro lado del túnel, pero estoy apostando todo a que también allí seguirá siendo posible esa forma de soledad conversada que es la lectura. Mientras, los muros de libros retractilados construyen un hogar sobre mi escritorio —al centro, hoguera frágil, mi computadora encendida—.